Los sueños primero: breve historia de la Dream Machine
¿Por qué la Dream Machine? Por la urgencia de soñar, conectar y construir estas tecnologías desde y para LATAM. Con perspectiva crítica y en comunidad: con nuestras reglas, con nuestras manos.
Los sueños primero
Las estaciones de metro y la Torre Enel en llamas fueron las imágenes que confirmaron el estallido social en Chile. Era 18 de octubre de 2019, y toda la atención, todos los canales, sintonizaban el fuego vivo escalando los edificios, la noche negra y una lluvia fina de escombros.
A la mañana siguiente, tanquetas militares con escotillas abiertas y metralletas expectantes custodiaban la plaza central de la capital de manifestantes, buses en llamas y barricadas.
Una semana después, tres millones de personas marcharon bajo el emblema “No son 30 pesos, son 30 años”.
Lo que gatilló la marcha más grande en la historia de Chile no fue el aumento de 30 pesos (un décimo de dólar) en las tarifas de transporte público, sino 30 años de neoliberalismo extremo heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.
30 años de pensiones insuficientes, de educación, salud y aguas privatizadas, de monopolios comerciales, de segregación y discriminación, de corrupción, amiguismos y nepotismo, de centralismo. 30 años que transformaron a Chile en uno de los países más ricos de Latinoamérica, es cierto, pero esa riqueza para unos pocos.
Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, Chile es uno de los países con mayores niveles de concentración de la riqueza de los 38 estados que la componen. Y el segundo país con la mayor brecha de ingresos entre el 10% más rico y el 10% más pobre, solo detrás de México.
Las estaciones de Metro y la Torre Enel eran más que imágenes. Eran símbolos, quizá, de esa desigualdad.
Todos los marchas, los cabildos, las asambleas, las primeras líneas, lxs presxs, lxs heridxs, y los ojos mutilados, se trataban de transformar las partes malas en pasado. Todos los cantos, saltos, lágrimas, se trataban de cambiar los sistemas de pensiones, el de salud, los monopolios, la corrupción. De cambiar las políticas, las políticas, la indignación.
La Dream Machine nació en este contexto. Si el “estallido social” se trata de revertir la crisis institucional y de legitimidad, ¿por qué no estamos hablando de blockchain y web3? ¿Por qué, si estamos viendo tantos ejemplos a nivel comunitario, social y gubernamental, no incluimos estas tecnologías en la ecuación?
A nivel comunitario y social, la web 3 está siendo utilizado como herramienta para aumentar la inclusión financiera, para luchar contra el cambio climático (Toucan, Klima DAO, Climate DAO), para luchar contra la libertad de expresión en el periodismo (Freedom of Press Foundation, Distintas Latitudes), para financiar investigaciones académicas y cambiar las patentes médicas/farmacéuticas (VitaDAO), para operar equipos profesionales deportivos comunitariamente (Krause House) y mucho, muchísimo más.
A nivel gubernamental, las criptomonedas son el capítulo de la web3 que más ha penetrado en los sistemas (El Salvador es el mejor ejemplo, quizá), pero va más allá. En EEUU, el estado de Wyoming ya reconoció a las DAOs como organizaciones de responsabilidad limitada. En Kenya, el blockchain es utilizado como base de datos para administrar con mayor eficiciencia viviendas sociales. En Chile, el Ministerio de Energía lo implementó como base de datos de energía. Y en México, el Estado de Quintana Roo implementó un proyecto para transparentar la administración pública –pero lo retiró siete meses después–.
En la web3 hay casos de éxitos y fracasos, en el norte y en el sur. Hay proyectos que pretenden reducir las desigualdades económicos y otros que, en la práctica, solo las acortan. Y lo mismo con la brecha digital.
Pero, si hay una cosa cierta, es que la web3 es joven y de código abierto: la infraestructura es pública, y depende de nosotrxs usarla para construir los sistemas de coordinación que reclamamos durante el estallido social. Y no solo en Chile, sino que para toda la región.
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Claudio 👽